9.7.11

La inexistencia del autoengaño.

Aún así despierto a la luz
insoslayable y repetida
de la mañana casi mediodía
detrás de una noche mojada
y fría, acompañado.

Aún así, acierto a tocar
y remiendo con mis manos
el albur de mi apariencia
con nudos, lazos y camisas
que deshacen lo desnudo
y comprimen la esencia de lo vivo.

Aún así, no haber dejado
de aspirar el vacío
que deja cada día la vida
en un oscuro tejado,
y convertir la bilis en sangre,
recuerda el viejo sueño
de la muerte imparable.

Aún así, hay nubes que saludan,
pájaros que invaden mi balcón,
ajos que sonríen verdes
en postura de exclusión,
como si quisieran mostrar
el otro lado del verano,
ese que nos empeñamos
siempre en obviar.

Aún así y a pesar de todo
tengo los sentidos
libres, sabios y consentidos
y les permito que destrocen
mis tripas. Aún así
el autoengaño no existe
sin mí.

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